lunes, 21 de abril de 2008

¡Piedra libre al gobierno!

¡Cómo me cuesta hacerle entender a más de uno que los focos de incendio en el Delta no los prendió el gobierno!

Les digo: "en todo caso habrán sido los dueños y arrendatarios de esas tierras que queman para lograr pasto nuevo y luego vendrá la desidia de las provincias y la Nación que actuaron tarde".

Pero es imposible; cada vez me resulta más difícil defender lo que para muchos es indefendible.

Cada vez son más los convencidos de que el gobierno está detrás de cada episodio extraño que toma estado público.

El más reciente (dejando de lado el humo) es el del fenómeno de la inflación.

Ningunearlo recurrentemente no hizo más que alentar la sospecha sobre el gobierno.

Este doblez se está pagando caro.

Con el humo, surgen nuevas y fuertes dudas sobre la gestión de Cristina.

Se va construyendo un consenso para configurar una creencia social de que el gobierno manipula en las sombras.

El consenso es ni más ni menos que mucha gente que piensa en el mismo sentido sobre un hecho o una idea determinada.

Según el diccionario de Sociología del Luciano Gallino, tres son los modos mediante los cuales se desenvuelve el consenso.
  • Por vía artificial, actuando sobre nuevos miembros de la sociedad, mediante el control de la socialización.

  • por vía artificial, actuando sobre los miembros adultos de la sociedad, mediante el adoctrinamientos, la movilización ideológica, el empleo sistemático de los medios de comunicación de masa, la represión política y cultural de la disensión, el estímulo de la necesidad de conformidad.

  • por vía natural, con el desarrollo autónomo y la difusión espontánea de una cultura y en primer lugar de una moral.

Si un gobierno va tejiendo una moral política atada a medidas de superficie y engaños subterráneos, tendrá que ser demasiado hábil como para no ser advertido en su doble moral.

Si las maniobras son desplegadas con impericia política, se cae en la evidencia; si no hay preocupación por solapar esta trascendencia duplicada, socialmente se advertirá el doble juego paralelo del ejercicio del poder.

De este modo, esta moral política socialmente aceptada puede transformarse en doble moral social y, de este modo, todo lo que a gestión de gobierno refiera será percibido desde este plano de la ambivalencia.

Repito: Se puede ser ambiguo en la administración de un Estado como se lo puede ser en la vida cotidiana; la cuestión es saberse en este doble juego y medir la conveniencia de su trascendencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que Democratico, tu protegido De Angelis, estaba calzado con chumbos, ni QUEBRACHO hace eso.
No defendas lo Indefendible, se coherente, con lo que vos pregonas.