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domingo, 27 de julio de 2008

“¡Ni izquierdista ni derechistas, comunicacionistas!”

La designación de Sergio Massa como nuevo Jefe de Gabinete demostró que el matrimonio presidencial optó por una salida a la crisis política poco esperada y astutamente elegida. El enfrentamiento con las patronales del campo demostró que, entre otras cuestiones de gestión pública, lo bueno o malo que haya hecho el gobierno nacional en cuanto a políticas agrarias no fue bien comunicado. No se trata sólo de la comunicación hacia el conjunto de la población, sino hacia los actores particularmente alcanzados por políticas de estado. Un monólogo no deja de ser comunicativo, pero es de pobre utilidad para obtener información del otro. La pretendida redistribución del ingreso debió haber sido explicada en detalle mucho antes de haber avanzado con las retenciones móviles. Cuando se quiso hacer, ya era tarde: ni los perjudicados con la resolución 125, a la sazón los zares sojeros, ni los supuestos beneficiarios de la medida, los postergados de la distribución el ingreso, alcanzaron a comprender la decisión del gobierno.

La comunicación no es sólo hacer anuncios; es también entender antes qué manifiesta el interlocutor a ser alcanzado por decisiones de gobierno en el momento de toda saludable negociación previa. Esta ida y vuelta comunicativa no funcionó al pretender imponer las retenciones móviles. La Mesa de Enlace auto-constituida por la cuestión sojera fue emergente del desafiante paso al frente de los productores rurales dispuestos a no perder rentabilidad en el negocio exportador de granos, a manos de las retenciones móviles.

Pero no solamente no sonaron las alarmas del gobierno como para haberse adelantado a dicho desafío campestre. Tampoco hubo tacto para manejar la crisis; el todo o nada kirchnerista (todo un sello de Néstor K reflejado en las febriles y amarretas negociaciones parlamentarias) se estrelló con las espaldas anchas de los estancieros sojizados; la enérgica defensa de sus intereses particulares rápidamente se vio apoyada por el conjunto de los sectores socialmente acomodados de las grandes y medianas ciudades y por la desdibujada oposición política.

La comunicación es una deuda pendiente del kirchnerismo; el comunicar es un ejercicio poco practicado por los propios conductores del espacio político en el gobierno. El debate debe ir más allá de si Cristina gobierna por sus propias decisiones o por mandato de su marido. ¿Cuántos presidentes argentinos gobernaron al calor de los consejos llegados desde fuera de las fronteras del propio espacio político? El rol del Fondo Monetario y sus recetas neoliberales aplicadas en nuestro país explica bastante dicha dependencia.

Comunicar implica dialogar no sólo con palabras sino también mediante ideas, es decir, a través del debate ideológico. Ni Néstor ni Cristina se animaron a tanto desde que están en la cima del poder, Sólo discutieron en ese terreno con aquellos cuya proximidad era evidente. Mientras el rival que se enfrentó no puso en jaque a su proyecto no fue necesario tal debate ideológico con actores políticos y sociales un poco más retirados del anillo político kirchnerista. Pero las ambiciones sojeras mostraron las propias falencias del gobierno. Quedó en evidencia la insuficiencia de la búsqueda de nuevos aliados en la concepción de la política y en la comunión de ideas. Incluso el kirchnerismo no puede negar que vive como urgente la necesidad de contener a aquellos que, siendo aún parte del gobierno y del proyecto político, reniegan de una evidente falta de pluralidad participativa interna.

El desafío de la segunda presidencia kirchnerista es mostrar gestión también desde lo comunicativo. Siempre es conveniente el diálogo abierto de todo jefe de Estado con el periodismo. La conferencia de prensa es una práctica valiosa al momento de estar en contacto con los medios. Tanto gesto esquivo de los Kirchner a los formadores de la opinión publicada facilitó la constitución de un auténtico periodismo de alcoba tejido a partir de los silencios presidenciales.

Si el ex presidente y la actual mandataria abrieron las puertas de la residencia de Olivos contadas veces (y casi exclusivamente) a popes editorialistas de los medios masivos como Morales Solá y van der Kooy, ¿por qué esos diálogos terminaron publicándose como charlas del poder con terceros y anónimos interlocutores? ¿Por qué no el reportaje abierto y sincero, incluso con los medios no tan masivos? ¿No fue demasiada comida para semejantes fieras informativas?

Tal vez los silencios kirchneristas hayan servido convenientemente para ocultar sus verdaderas pretensiones políticas de negociación permanente a diestra y siniestra solapadas por una retórica pública, insuflada e incendiaria.

Si correr por izquierda y firmar por derecha fue el dogma no escrito del kirchnerismo desde el 2003, tal vez llegó el momento de buscar cierta cordura política e ideológica. No hay dudas de que dicho equilibrio entre cabeza, bolsillo y corazón sólo podrá ser alcanzado al calor de la coherencia entre discurso, negociación y gestión; todo por supuesto, regado del siempre necesario atributo “del estar comunicado”; algo que el flamante Jefe de Gabinete, Sergio Massa, supo hacer hábilmente como titular de la Anses y como fugaz intendente de Tigre.

No es cuestión de entregar a los medios de comunicación el privilegio de disponer abiertamente de todo el contenido que transmiten; también es necesario aportar la propia palabra del poder político. El canadiense Marshall McLuhan decía que, después de todo, “el medio es el mensaje” y, con tal advertencia, no es bueno otorgar mansamente dicho mensaje a medios cuya voracidad informativa impulsa a transmitir mediante aparentes contenidos periodísticamente objetivos sus más subjetivas ambiciones hegemónicas y codiciosas.

domingo, 20 de julio de 2008

Kirchnerismo y el volantazo para el cambio posible


El seis de julio pasado nos atrevimos a decir en este blog que el kirchnerismo DEBE iniciar una nueva fase política. Parece que no nos equivocamos, al menos en los trazos gruesos.

La ajustada victoria en Diputados y la derrota en el Senado no pueden esconderse tras argumentos vacíos, políticamente hablando. No se puede apuntar contra la deslealtad de diputados peronisas y de la centroizquierda parlamentaria en la Cámara Baja y arremeter contra la traición de Cobos en la Cámara Alta. El análisis debe ser más refinado.

Si hubo “defecciones” que provocaron el anticipado final del primer ciclo de Cristina en el poder, habrá que hurgar en las alianzas tejidas previamente. Si el kirchnerismo trabó esas alianzas con el cacicazgo de intendentes bonaerenses, si pactó con los gobernadores peronistas de servicios fáciles a cambio de billetes y si abroqueló a la patria sindical tras el proyecto político K, alguien quedó afuera. Y fue precisamente quien quedó relegado a un segundo plano dentro de la vereda oficialista, a la hora de la verdad.

No debe pasar desapercibido el poder de convocatoria que lograron mostrar en la calle numerosas agrupaciones sociales y movimientos políticos que fueron alentados desde sus orígenes por el propio matrimonio presidencial. Esos sectores fueron artífices del fallido intento de la transversalidad que Néstor Kirchner alentó con posterior desenlace liquidatorio. Fue luego la Concertación Plural la que retomó esos pasos constructivos de un nuevo espacio político, que apenas sirvió para que Cristina llegue a la presidencia. Pero esa alianza con radicales K terminó efectivamente defeccionando. Cobos fue la coronación de la traición.

Estos vaivenes aliancistas del kirchnerismo terminaron empujando a Néstor K a refugiarse en las estructuras del peronismo. Fue, como dice el tango, volver “a la casita de mis viejos”. Pero cuando llegó al viejo retoño, los padres políticos del partido ya habían fallecido. El hijo recién arribado quedó sólo en medio de un andamiaje partidario todavía sólido en lo que queda de él, pero de dudosa flexibilidad y proyección política para los tiempos que reinan y que se avecinan.

Parábolas aparte, la enorme pregunta es si Néstor Kirchner se equivocó al retornar al peronismo, como presidente del partido. Si el PJ sirvió para que Cristina llegue a la presidencia, ¿no estaba ya el objetivo cumplido?

Todo este recorrido no hizo más que frenar y desplazar del paisaje kirchnerista a las organizaciones incipientes que siguen pidiendo pista en la carrera por el armado de un espacio político nuevo, propio y por encima de las anquilosadas estructuras partidarias aún supervivientes de otros tiempos.

El célebre martes 17 de junio pasado, posterior a los cacerolazos clasemedista a favor de las patronales sojeras, Néstor arremetió públicamente con una inédita conferencia de prensa para convocar a la plaza del SÍ a la Democracia, que más bien resultó un Sí a Cristina acorralada por el lock out patronal y el ruido de las cacerolas urbanas de teflón. Ese mismo días, varios dirigentes sociales leales al oficialismo me transmitieron su fastidio por esa aparición pública del Pingüino junto a los caciques de la conducción peronista. A Néstor no le quedaba otra salida. La alternativa tendría que haberse concretada mucho tiempo antes. Si las organizaciones acompañaron sucesivamente las plazas del Sí a Cristina, las tropas peronistas aportadas por intendentes, gobernadores y sindicatos fueron en numérico descenso hasta mostrarse menos contundentes en la convocatoria del martes 15 de julio, frente al Congreso. El malestar con el Gobierno ventilado públicamente por intendentes como Espinoza de la Matanza y Curto de Tres de Febrero parecen ir en línea con ese desgano del peronismo callejero.

No hay que correr del análisis el hecho de que muchas de esas agrupaciones se componen de renegados dirigentes de la izquierda peronista. Sumados a ellos también existen distintas corrientes ideológicas afines, más la construcción propia del kirchnerismo de base. A este conglomerado K hay que aportarle el sindicalismo estatal embanderado tras la CTA, cuya personería gremial espera que los Kirchner otorguen sin más postergaciones.

Con todos estos condimentos, ¿es posible que el kirchnerismo fugue hacia una salida política auténtica de centroizquierda? Las posibilidades están; el resurgimiento y fortalecimiento de la clase media obrera urbana puede ser el público al cual dirigir y ofrecer esta propuesta pluripartidaria e ideológicamente compacta.

Estará en los Kirchner saber dar el gran paso. Si no, habrá que volver al viejo refugio del peronismo más rancio y conservador y tendrán que salir en pedido de auxilio a los radicales renegados del agónico partido centenario. Ambos socios ya mostraron las cartas durante el debate por las retenciones; ambos aliados defeccionaron (al decir de Cristina) pero más bien defecaron sobre el escenario de un nuevo país que el matrimonio presidencial intenta construir.

domingo, 6 de julio de 2008

Kirchnerismo, fase tres


El kirchnerismo tal como lo estamos viviendo acaba de entrar en una nueva etapa. Los tiempos políticos actuales, sumado a la coyuntura económica inestable a nivel internacional, con el agregado de los problemas propios de las cuentas internas, terminaron por pegar en las rodillas del gobierno de Cristina.

El conflicto tributario con la patronal sojera del campo argentino demostró que el estilo de gestión que Cristina quiso darle a su gobierno no dio resultado. Si su marido fue la primera fase del proyecto político que comparten, ella agotó rápidamente la segunda; y empieza obligadamente la tercera.

Mientras que Néstor K supo tejer una muy amplia red de acuerdos escritos y no escritos, los tiempos de Cristina eran, se creía, para administrar dicha telaraña de pactos. Si el ex presidente supo atar compromisos con poderosas estructuras políticas, sindicales, económicas y financieras, era para pasar a una segunda etapa del proyecto con un marco de certidumbre que evitara sobresaltos a la gestión de Cristina. Pero algo falló, algo no se tuvo en cuenta.

Durante casi cinco años, Néstor no precisó del debate interno en su espacio. Pero tampoco le interesó sostenerlo hacia afuera. La primera presidencia de los Kirchner fue políticamente introspectiva, con aisladas miradas hacia el afuera y con la sola intención de cooptar voluntades para el propio espacio. Con Cristina, el kirchnerismo pareció encaminarse hacia una apertura que permitiese bañar la política argentina con el ideario K. Fue un momento oportuno para pasar de la etapa estratégica del kirchnerismo a la fase de corte estadista.

Sin embargo, el encierro político terminó provocando serias fisuras al proyecto matrimonial. Todos los pactos alcanzados hasta marzo de este 2008 no alcanzaron para contener larvados intereses polítco-económicos que terminaron por hacerse sentir en las rutas del interior argentino y en una clase media claramente lejana a la vida político-democrática.

Es por ello que el espacio que aglutinan los Kirchner necesita abrir sus fronteras y extenderlas. No porque haya un interés personal de los que lo proponemos, sino porque el derrumbe de actual proyecto político anquilosado en el poder y amalgamado con la administración de Estado puede provocar una crisis política de alcance indeterminado. Y ese escenario no sería feliz para ninguno de los argentinos que pusimos el hombro para reconstruir institucionalmente nuestro país desde 1983 y a nivel político y económico desde 2002.

El primer signo positivo de cambio fue, precisamente, cuando hace unos viente días la Presidenta envió al Congreso el proyecto de retenciones móviles a la exportación sojera. Una decisión que ni se les hubiese ocurrido a los Kirchner el 11 de marzo pasado, cuando tomaron la decisión con la suficiente cuota de subestimación y ninguneo hacia los sectores económicos y financieros parados sobre el formidable negocio de la fiesta sojera.

El proyecto kirchnerista parece haber virado justo a tiempo. Hay espacio como para que el barco se reacomode en medio de la tormenta. Pero el nuevo rumbo a tomar debe demostrar que el espacio que supo construir Néstor y Cristina es mucho más flexible, amplio, plural y democrático, aún. Los tiempos actuales señalan a las claras que ante la avaricia sojera y la intolerancia cacerolera hay que pararse con excesivas convicciones democráticas; de esas que hacen creer al político que es más estadista que estratega, y que está más cerca del bronce que del barro.

miércoles, 30 de abril de 2008

"Kirchner no leyó a Marx", (por ahí sí a Maquiavelo)

Interesante columna de Silvia Mercado en lapoliticaonline.com.ar.

Es como para recordar viejas lecturas y estudios sobre Marx y tratar de entender al menos una parte de los pensamientos que van y vienen en la cabeza del Néstor I, esposo de la reina Cristina del Calafate, ambos miembros de la casa Rosada.

(click sobre la imagen para ir a la columna)

martes, 25 de marzo de 2008

Cristina no es Néstor y viceversa


¡Qué momento, Cris!

Parece que el paro del campo resultó ser más complejo de lo que pensabas.

No es fácil plantar bandera en política.

Hay que tener suficiente espalda, y parece que Néstor la tenía.

¿Y vos, Cris?

Ojo que se viene el desabastecimiento, el mismo que había antes del paro campero; ya faltaban quesos, leches, aceites y demás.

Ahora falta carne, más leche, etc.

Fíjense bien hasta donde van a tensar la cuerda, porque detrás del conflicto viene el ruido a panza con hambre (al menos hambre por no poder comer lo que quiere).

Seguro que los grandes empresarios del campo no van a hacer teclear a Cristina; son parte de los pactos económicos de este gobierno.

Pero en el balance del conflicto va a ser feo tener que reconocer que les torcieron el brazo.
¡Mirá si Néstor tiene que meterse en la negociación con los productores para lograr levantar el paro!

A don K estas cosas no le pasaban.