
Parece que el mejor refugio en el mundo sigue siendo la propia casa.
Como en el tango de Enrique Cadícamo, el malevo que todo lo creía y que todo lo podía, tiene que agachar la cabeza y retornar al calor del hogar que lo parió.
Ahora el tango lo escriben miles argentos que retornan al viejo hogar con la platita bajo el brazo, escapando de la debacle de los johnnies.
Buuuuuaaaaaaah!!!!!!
Como para cantar y cantar durante el finde, ahí va la letra completita (si la leen entera, usen pañuelitos descatables).
Barrio tranquilo de mi ayer,
como un triste atardecer,
a tu esquina vuelvo viejo...
Vuelvo más viejo,
la vida me ha cambiado...
en mi cabeza un poco de plata
me ha dejado.
Yo fui viajero del dolor
y en mi andar de soñador
comprendí mi mal de vida,
y cada beso lo borré con una copa,
en un juego de ilusiónrepartí mi corazón.
Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos...
locuras juveniles, la falta de consejo.
Hay en la casa un hondo y cruel silencio huraño,
y al golpear, como un extraño,
me recibe el viejo criado...
Habré cambiado totalmente, que el anciano por la voz
tan sólo me reconoció.
Pobre viejita la encontré
enfermita; yo le hablé
y me miró con unos ojos...
Con esos ojos
nublados por el llanto
como diciéndome porqué tardaste tanto...
Ya nunca más he de partir
y a tu lado he de sentir
el calor de un gran cariño...
Sólo una madre nos perdona en esta vida,
es la única verdad,
es mentira lo demás.