domingo, 20 de julio de 2008

Kirchnerismo y el volantazo para el cambio posible


El seis de julio pasado nos atrevimos a decir en este blog que el kirchnerismo DEBE iniciar una nueva fase política. Parece que no nos equivocamos, al menos en los trazos gruesos.

La ajustada victoria en Diputados y la derrota en el Senado no pueden esconderse tras argumentos vacíos, políticamente hablando. No se puede apuntar contra la deslealtad de diputados peronisas y de la centroizquierda parlamentaria en la Cámara Baja y arremeter contra la traición de Cobos en la Cámara Alta. El análisis debe ser más refinado.

Si hubo “defecciones” que provocaron el anticipado final del primer ciclo de Cristina en el poder, habrá que hurgar en las alianzas tejidas previamente. Si el kirchnerismo trabó esas alianzas con el cacicazgo de intendentes bonaerenses, si pactó con los gobernadores peronistas de servicios fáciles a cambio de billetes y si abroqueló a la patria sindical tras el proyecto político K, alguien quedó afuera. Y fue precisamente quien quedó relegado a un segundo plano dentro de la vereda oficialista, a la hora de la verdad.

No debe pasar desapercibido el poder de convocatoria que lograron mostrar en la calle numerosas agrupaciones sociales y movimientos políticos que fueron alentados desde sus orígenes por el propio matrimonio presidencial. Esos sectores fueron artífices del fallido intento de la transversalidad que Néstor Kirchner alentó con posterior desenlace liquidatorio. Fue luego la Concertación Plural la que retomó esos pasos constructivos de un nuevo espacio político, que apenas sirvió para que Cristina llegue a la presidencia. Pero esa alianza con radicales K terminó efectivamente defeccionando. Cobos fue la coronación de la traición.

Estos vaivenes aliancistas del kirchnerismo terminaron empujando a Néstor K a refugiarse en las estructuras del peronismo. Fue, como dice el tango, volver “a la casita de mis viejos”. Pero cuando llegó al viejo retoño, los padres políticos del partido ya habían fallecido. El hijo recién arribado quedó sólo en medio de un andamiaje partidario todavía sólido en lo que queda de él, pero de dudosa flexibilidad y proyección política para los tiempos que reinan y que se avecinan.

Parábolas aparte, la enorme pregunta es si Néstor Kirchner se equivocó al retornar al peronismo, como presidente del partido. Si el PJ sirvió para que Cristina llegue a la presidencia, ¿no estaba ya el objetivo cumplido?

Todo este recorrido no hizo más que frenar y desplazar del paisaje kirchnerista a las organizaciones incipientes que siguen pidiendo pista en la carrera por el armado de un espacio político nuevo, propio y por encima de las anquilosadas estructuras partidarias aún supervivientes de otros tiempos.

El célebre martes 17 de junio pasado, posterior a los cacerolazos clasemedista a favor de las patronales sojeras, Néstor arremetió públicamente con una inédita conferencia de prensa para convocar a la plaza del SÍ a la Democracia, que más bien resultó un Sí a Cristina acorralada por el lock out patronal y el ruido de las cacerolas urbanas de teflón. Ese mismo días, varios dirigentes sociales leales al oficialismo me transmitieron su fastidio por esa aparición pública del Pingüino junto a los caciques de la conducción peronista. A Néstor no le quedaba otra salida. La alternativa tendría que haberse concretada mucho tiempo antes. Si las organizaciones acompañaron sucesivamente las plazas del Sí a Cristina, las tropas peronistas aportadas por intendentes, gobernadores y sindicatos fueron en numérico descenso hasta mostrarse menos contundentes en la convocatoria del martes 15 de julio, frente al Congreso. El malestar con el Gobierno ventilado públicamente por intendentes como Espinoza de la Matanza y Curto de Tres de Febrero parecen ir en línea con ese desgano del peronismo callejero.

No hay que correr del análisis el hecho de que muchas de esas agrupaciones se componen de renegados dirigentes de la izquierda peronista. Sumados a ellos también existen distintas corrientes ideológicas afines, más la construcción propia del kirchnerismo de base. A este conglomerado K hay que aportarle el sindicalismo estatal embanderado tras la CTA, cuya personería gremial espera que los Kirchner otorguen sin más postergaciones.

Con todos estos condimentos, ¿es posible que el kirchnerismo fugue hacia una salida política auténtica de centroizquierda? Las posibilidades están; el resurgimiento y fortalecimiento de la clase media obrera urbana puede ser el público al cual dirigir y ofrecer esta propuesta pluripartidaria e ideológicamente compacta.

Estará en los Kirchner saber dar el gran paso. Si no, habrá que volver al viejo refugio del peronismo más rancio y conservador y tendrán que salir en pedido de auxilio a los radicales renegados del agónico partido centenario. Ambos socios ya mostraron las cartas durante el debate por las retenciones; ambos aliados defeccionaron (al decir de Cristina) pero más bien defecaron sobre el escenario de un nuevo país que el matrimonio presidencial intenta construir.

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