martes, 3 de julio de 2007

Kirchner, ¿estadista, estratega o pollerudo?


El debate político de estos últimos días giró en torno a la decisión de Kirchner de no presentarse a la reelección y dejar su lugar a Cristina. Mucho se especuló sobre conveniencias del presidente en cuanto a lograr la continuidad de su proyecto político sin su presencia en la Casa Rosada.

Ateniéndonos a la historia política contemporánea de la Argentina, la decisión parece oportuna. Primero, porque está en duda que el país resista otro gobierno de Nestor en medio de múltiples cuestionamientos de orden político y económico, que van desde los escándalos de corrupción que explotaron en las últimas semanas hasta los reclamos multisectoriales del desafiante mundo económico sobre cuestiones como la crisis energética, la inflación y los servicios públicos.

Pero en segundo lugar, hay que sumar las cuestiones personales del presidente. Kirchner está cansado y su cuerpo merece ser mejor tratado. Y además, su esposa reclama. Quiere su lugar en el proyecto político de su marido, al que ella viene contribuyendo desde hace largas décadas.

Es difícil decir si Kirchner es un estratega por haber apostado por Cristina y correrse de la pista sin salirse de la carrera política. También es enmarañado hurgar en los pensamientos del presidente a fin de determinar si su decisión es fruto de una mente de estadista preocupada por salvaguardar las instituciones republicanas de esta Argentina post-crisis de 2001, y evitar resentir el juego político con una larga presidencia que vaya más allá de los 4 años.

Pero de lo que no hay duda es de que Kirchner no puede dejar de lado en su proyecto al cuadro político más cercano. Es válido decir que no hubiese habido Nestor sin Cristina, como así tampoco hubiese sido tal el Perón que conocimos sin Evita. No estamos comparando a ambas damas del poder. Simplemente decimos que todo hombre que decide tener a su lado a una mujer de convicciones fuertes, de tenacidad evidente y de destreza política exitosa, difícilmente pueda reducirla al rol de esposa. No será entonces que él la eligió como compañera, sino que, en cambio, decidió estar a su lado previa aprobación de ella.

A estos hombres, en cualquier barrio de Buenos Aires, se los llama pollerudos. ¿Y está mal que nos gobierne uno? Depende. ¿Cuántos gobernantes habrán tomado una u otra decisión luego de haber consultado a sus esposas? ¿Cuántos presidentes habrán decidido accionar de una manera determinada por mandato de sus mujeres? El límite pareciera ser un grado de injerencia exagerado de la mujer sobre su marido-gobernante. Esta frontera se advierte rápidamente cuando el que dirige los destinos de un país está más preocupado por lo que diga su esposa que por lo que le convenga a todo un pueblo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Kirchner es un oportunista que busca poner a su mujer para perpetuarse en el poder. saludos. raul.