Pero tambien preocupa, sobre todo por la vuelta a las andadas de los medios.
La muerte es la muerte, pero no es lo mismo si la víctima es acribillada a balazos porque sí o por haber apuntado (y presuntamente disparado) con un arma al delincuente.
La moraleja duele: no tienen ninguna utilidad armarse para defenderse de la muerte; al armarse, más que querer defenderse es querer matar al otro.

Los clasemedieros de turno, cada vez már gorilas y más intolerantes, me dirán: "Entonces, ¿qué tenemos que hacer ante los que nos matan? ¿tenemos que dejarnos matar?".
La respuesta sigue siendo la misma: hay que empezar a comprometerse en la vida política antes de que nos mate la delincuencia; sino, volveremos a trabajar sobre las consecuencias de causas todavía no resueltas.
Con todo su dolor y bronca (salpimentado con la intolerancia y la xenofobia de los presentes) el hijo del vecino de Lanús asesinado planteó una solución, buena o mala, pero que refleja esa necesidad de participar en el cambio de "la cosa pública".

Como siempre digo, el siglo XX fue el ejemplo de haber querido llevar el país a izquierda y a derecha con herramientas ajenas a una verdadera política progresista.
Si nos alejamos cada vez más de la política, la pena de muerte irá acercándose inevitablemente.
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