jueves, 16 de abril de 2009

Candidatos mediáticos o candidatos a medias

La Argentina vive una carrera sin control hacia las elecciones del 28 de junio. Son las legislativas que dirimirán cómo quedará compuesto el Congreso desde el 10 de diciembre próximo hasta 2011, año de elecciones presidenciales.


Estas últimas semanas fueron de frondosas especulaciones acerca de quién puede ganar la batalla eleccionaria entre oficialismo y oposición.


Un escenario clave para explicar el tipo de enfrentamiento que se avecina es la provincia de Buenos Aires.


Del total de 127 bancas de diputados que se renuevan, el distrito más populoso de la Argentina pone en juego 35 lugares, es decir que en la provincia se librará poco más de la cuarta parte de pelea parlamentaria nacional.


En territorio bonaerense precisamente, es donde el kirchnerismo apuesta a una figura clave para conseguir una victoria con cierta holgura: Daniel Scioli, gobernador de la provincia; sin él, la opción es Néstor Kirchner, aunque esta segunda alternativa tampoco fue confirmada oficialmente por el peronismo.


Para ojos de un observador externo, la pregunta surge de inmediato: ¿Scioli renunciará a la gobernación para ir a ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación? ¿Dejará su lugar a mitad de mandato? Bueno, parece que esto no sería tan así.


Es que el kichnerismo también mandó decir por canales oficiosos que quiere “candidaturas testimoniales”, es decir, postulaciones de figuras del peronismo que en definitiva no asumirán en sus nuevas funciones sino que volverán a sus puestos actuales como un modo de plebiscitar su gestión. Scioli no sería el único, ya que varios jefes comunales (los intendentes bonaerenses, en su mayoría) también se sumarían a la movida.


¿Se volvió loco el kichnerismo? ¿Estalló en un delirio eleccionario brotado desde la desesperación de verse ante una derrota parlamentaria?


Esas preguntas pueden ser respondidas linealmente, pero despejar esos interrogantes requiere de explicaciones un poco más profundas.


Más allá de las maniobras amenazantes del kirchnerismo sobre la jugada para buscar candidatos que ganen pero que no asuman, en el trasfondo de la discusión esta la idea de manipular políticamente, y pese a ello dentro de la legalidad, las postulaciones electorales.


Allí los ejemplos se apilan tanto desde el oficialismo nacional como desde la oposición.


Un ejemplo es el de Gabriela Michetti; la actual jefa de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se prepara para ser candidata a diputada nacional, y de esa manera deberá renunciar a su cargo actual a mitad de mandato.


El otro caso es el del diputado Felipe Solá, hoy socio del denominado pro-peronismo junto al millonario Francisco de Narváez, quién será candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires; Solá renunciará a medio cumplir su mandato de legislador nacional para pelear electoralmente y asumir en la misma condición pero bajo signo político distinto.


Dentro del kirchnerismo también encontramos ejemplos como el de la hermana de Néstor Kirchner, Alicia, quien en octubre de 2005 ganó la elección para senadores por la provincia de Santa Cruz pero eligió el camino de convertirse en ministra de Desarrollo Social del gobierno nacional K.


Apenas algunas muestras bastan para mostrar a qué juega hoy la política argentina; mientras las leyes electorales establecen mecanismos para elegir legisladores, gobernadores e intendentes durante mandatos muy precisos, cada vez son más los ejemplos de aquellos que prefieren ir saltando de cargo en cargo para completar listas de candidatos a cuanta elección se les presente.


¿Ante qué realidad nos estamos encontrando, entonces, cuando hablamos de numerosos casos de mandatos no cumplidos?


No caben dudas de que hay escasez de políticos y de opciones electorales para enfrentar el desafío de las urnas.


Quedan pocas sospechas de que los mecanismos de formación, promoción y postulación de candidatos políticos no alcanzan a generar alternativas de interés para los más diversos electorados tanto el nacional como los provinciales y los municipales.


Estructuras como las del kirchnerismo y sus rivales tuvieron y tienen que sobrevivir con figuras ya gastadas en batallas anteriores; o si no, se debe apelar al recurso del pariente con apellido similar al del gobernante ya probado: Kirchner y su esposa, Macri y su primo del mismo apellido, Scioli y la renovada opción de su hermano “Pepe”, El recientemente fallecido Raúl Alfonsín y su hijo “Ricardito” (segundo nombre de su padre), como así lo fue algunos años atrás Menem y su hermano Eduardo, Duhalde y su esposa Chiche (con apellido de casada) y el legendario líder peronista Antonio Cafiero y sus hijos Mario y Juan Pablo.


Son algunos ejemplos, pero denotan una cultura política particular que tiene la dirigencia argentina.


Querer anteponer la ley a estas costumbres criollas es como pretender detener un auto a toda velocidad parándose delante de su carrera loca con una copia de la ley de tránsito en la mano.


El axioma viene siendo, entonces, este: si no tenés un pariente que te suceda, sé vos mismo el postulante; y como veremos a continuación, el otro axioma es: si no tenés partido político, no te afilies a uno, inventálo.



Una cuestión de partidos


El correlato de esta descripción hecha es la ausencia, o mejor dicho, la destrucción de las grandes estructuras partidarias argentinas constituidas hegemónicamente durante el siglo XX con la polarización entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ).


El retorno democrático de 1983 no hizo más que revivir a los dos grandes partidos que rápidamente mostraron su incapacidad para aggionarse a las nuevas reglas del juego de la democracia de finales del siglo pasado.


Así se explica la salida anticipada del radicalismo del gobierno en 1989 y el surgimiento de un peronismo claramente neoliberal bajo el mandato de Carlos Menem, montado sobre grupos de interés reclamantes de dicho modelo de gobierno.


La gestión de Menem copió y con detalle las recetas neoliberales de época tratando de encontrar esa alquimia que representaba la democracia liberal en tierras latinoamericanas: su modelo de gobierno se agotó con su propia figura y no fue casual que al menemismo lo sucediera una alianza de radicales y peronistas de centroizquierda que colapsó rápidamente a finales de 2001 tras haber asumido en 1999, intentando sostener un discurso progresista sobre los pilares de una economía dolarizada, liberalizada y consecuente con la desindustrialización y el desempleo.


Estas idas y vueltas enrostraron a los argentinos las miserias y urgencias de la política vernácula.


Desde 2002 en adelante asistimos a todo tipo de intento de recomponer el juego partidario en la Argentina.


Hasta el momento, estas búsquedas sólo han podido garantizar oficialismos y oposiciones encolumnados bajo diversos “ismos”: duhaldismo, kirchnerismo, carriotismo, macrismo y los más novedosos cobismo, reutemanismo y demás.


No hay dudas de que esos ismos fueron herederos del menemismo, construido por un séquito de adulones que supo rodear al ex mandatario argentino.


Con el paso de los años, hoy cabe preguntarse: ¿dónde están los partidos políticos argentinos? ¿Son necesarios?


Estas preguntas todavía no fueron respondidas satisfactoriamente; en el mientras tanto, como decíamos, la composición de estructuras políticas más o menos orgánicas se tejen detrás de verdaderos personalismos.


Macri y Carrió son dos buenos ejemplos de lo dicho: ambos políticos opositores al gobierno nacional ejercen un férreo control sobre sus débiles estructuras con carencia casi absoluta de debate entre sus militantes (si es que los tienen) y la ausencia aún más extraña de elecciones internas.


El caso de Kirchner es más complejo; si bien hubo un kirchnerismo puro, entendido desde la concepción de la cohorte que rodea al monarca, las fallidas estrategias de construcción política llevaron al ex presidente a refugiarse en el Partido Justicialista erigiéndose en su presidente y ensalzando la figura de viejos caudillos que el peronismo hoy sigue cobijando.


Los personalismos, por ahora o tal vez por un largo tiempo, tendrán en tierras argentinas un protagonismo casi excluyente.


De esta composición de la política profesional surgieron y seguirán surgiendo candidatos mediáticos, aprovechados por sus bondades comunicativas hacia el público lector, oyente o televidente pero carentes de recursos humanos suficientes como para avanzar en sus promesas; una limitación que poco les preocupa.


Con lo dicho, queda claro que mientras exista este estilo de elección por anticipado de los postulantes a través de la comunicación mediática, seguiremos teniendo candidatos a medias, debido a su recorrido truncado entre lo que prometen y lo que cumplen.


Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires es un ejemplo de lo ello.


Ese incumplimiento probable de las promesas de campaña ya es sabido de antemano, o por lo menos relativizado por los candidatos; después de todo hasta es el propio electorado el que sigue creyendo en la ilusión del político honesto mientras que repica en sus cabezas el dicho popular argentino que se usa para criticar a los fabuladores, a quienes se les suele recriminar ser “más mentirosos que político en campaña”.

1 comentario:

Wal dijo...

Es el inevitable efecto de la desmovilizacion y de la politica de cupulas y areglos por arriba. La autonomizacion de los dirigentes de sus bases les permite mas libertad de accion pero con una muy poca sustentabiliad, lo que es funcional a los poderes permanente y lo que explica en parte el retroceso social desde el 83 a la fecha