Es uno de esos chicos-periodistas que más paladea el momento consagratorio del aire, ese que no se respira con los pulmones sino con el ego.
La propuesta de aparente fin periodístico era escrachar a los imprudentes choferes de micros de larga distancia que no cumplen con las velocidades máximas y otras normas de tránsito.
El pibe-creo-que-soy-una-promesa-periodística se puso su mejor traje de canje salió de su casa y se dirigió rumbo al canal; allí recibió las instrucciones como si se tratase de un piloto de guerra a punto de partir hacia su misión de disparos, sangre y muerte.
Tomó el volante del auto-móvil y su camarógrafo se dispuso entonces a grabar todo aquel movimiento prohibido de los micros.
Buena faena: fueron numerosos los infractores, quienes fueron escrachados por el lente de la cámara mientras el promesa-periodística relataba al volante del vehículo las peripecias infractoras de los choferes.
Todo fue revelador y denunciador hasta que el ojo del televidente se posó en los vidrios polarizados, muy polarizados del móvil periodístico; una infracción que a simple vista puede ser menor pero que esconde el riesgo de la poca visibilidad a la hora de una maniobra que nos ponga entre la vida y la muerte.
En definitiva, si de relativizar infracciones se trata, los micros con obleas que indicaban velocidad máxima de 90 km/h llegaban a ir hasta 110 km/h, máxima permitida para autopistas como la que une La Plata con Buenos Aires y por donde anduvo, entre otros lugares, nuestro temerario cronista de tránsito.
Qué ironía, ¿no? el cazador de infractores logró su objetivo denunciador mientras los oscuros vidrios de su unidad-escrache-móvil demostraban el propio desapego normativo.
¿Qué dirá el prometedor cronista en caso de ser escrachado por otro denunciador-periodista que lo ponga al aire como infractor de la ley.
¿Dónde está el mal peor?
¿Será el periodismo el oficio que prioriza publicar la falta ajena para esconder la propia?
¿Vale violar la ley para desnudar la violación de la misma norma?
Es como se escribió en la Biblia: mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en propio.
La propuesta de aparente fin periodístico era escrachar a los imprudentes choferes de micros de larga distancia que no cumplen con las velocidades máximas y otras normas de tránsito.
El pibe-creo-que-soy-una-promesa-periodística se puso su mejor traje de canje salió de su casa y se dirigió rumbo al canal; allí recibió las instrucciones como si se tratase de un piloto de guerra a punto de partir hacia su misión de disparos, sangre y muerte.
Tomó el volante del auto-móvil y su camarógrafo se dispuso entonces a grabar todo aquel movimiento prohibido de los micros.
Buena faena: fueron numerosos los infractores, quienes fueron escrachados por el lente de la cámara mientras el promesa-periodística relataba al volante del vehículo las peripecias infractoras de los choferes.
Todo fue revelador y denunciador hasta que el ojo del televidente se posó en los vidrios polarizados, muy polarizados del móvil periodístico; una infracción que a simple vista puede ser menor pero que esconde el riesgo de la poca visibilidad a la hora de una maniobra que nos ponga entre la vida y la muerte.
En definitiva, si de relativizar infracciones se trata, los micros con obleas que indicaban velocidad máxima de 90 km/h llegaban a ir hasta 110 km/h, máxima permitida para autopistas como la que une La Plata con Buenos Aires y por donde anduvo, entre otros lugares, nuestro temerario cronista de tránsito.
Qué ironía, ¿no? el cazador de infractores logró su objetivo denunciador mientras los oscuros vidrios de su unidad-escrache-móvil demostraban el propio desapego normativo.
¿Qué dirá el prometedor cronista en caso de ser escrachado por otro denunciador-periodista que lo ponga al aire como infractor de la ley.
¿Dónde está el mal peor?
¿Será el periodismo el oficio que prioriza publicar la falta ajena para esconder la propia?
¿Vale violar la ley para desnudar la violación de la misma norma?
Es como se escribió en la Biblia: mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en propio.
2 comentarios:
Bueno, bueno, bueno. El canal de cable de la Sra de Noble pone en un especial a su periodista estrella contándonos las grandes tragedias de algunas flias de Argentina (se olvida de la de ella). La da el Premio Clarín a Televisón por la Identidad cuando ella tiene dos hijos apropiados!!!!
Creo que eso es el objetivo de los medios: instalar falsos debates y falsas concepciones. Igualito a la alegoría de la caverna de Platón
Ni más ni menos. Gracias como siempre!!!
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