lunes, 26 de enero de 2009

De políticos y vagos


Aníbal Fernández es de esa especie de políticos acostumbrados a andar con el diccionario de vocablos populares bajo el brazo; y lo utiliza con frecuencia como para acusar a Elisa Carrio de ser una "pirucha" o acusar a Mauricio Macri de ser un vago, es decir, de ser un dirigente con pocas ganas de gestionar las cuestiones de gobierno. De eso se trata esta columna.

El ministro de Justicia argentino lanzó el calificativo contra el Jefe de gobierno porteño en el contexto del debate sobre la Villa 31 del barrio de Retiro. El lugar es motivo de un largo conflicto de partes acerca de la urbanización del lugar, el auxilio para las familias que mientras tanto viven en condiciones deplorables y los motivos latentes del macrismo por dejar el lugar despejado para un ambicioso y millonario negocio inmobiliario.

Cuando Fernández lanzó el calificativo de vago contra Macri no hizo más que poner sobre la escena pública la calidad del apego de los políticos a la profesión que eligieron. Si la voluntad y capacidad de trabajo son aspectos centrales para toda buena gestión en países del primer mundo, aquí, en la periferia, las urgencias económicas y sociales potencian aún más esos rasgos en el perfil de la clase dirigente.

Ahora bien: ¿es realmente un vago Mauricio Macri? La respuesta puede empezar a responderse con algunos hechos de su historia política. Ya en tiempos de la presidencia del club Boca Juniors, el empresario mostraba poco apego a la gestión: no son pocos los que recuerdan que Pedro Pompilio fue el nervio central de aquella gestión.

Los años pasaron, las intensiones de voto crecieron y Macri llegó a la Cámara de Diputados de la Nación. Allí, el ingeniero demostró un deliberado desinterés por el trabajo legislativo y hasta lo confesó públicamente.

Ya como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri comenzó a mostrar esos mismos síntomas de desinterés por el cumplimiento de tareas ejecutivas.

Según publica el diario Página/12, el empresario devenido en político lleva 33 días de vacaciones con poco más de un año de gestión en la Ciudad.

Hace escasos días, el gobierno porteño informó un cambio más que sugestivo del día para la reunión del gabinete macrista: el habitual encuentro de los lunes a las 8 de la mañana se pasaría a los días martes. Más aún: la propia administración porteña justificó el cambio al señalar que los lunes "el Jefe de Gobierno dedicará el día a recorrer los barrios".

Parece una broma de mal gusto. No son pocos los periodistas que intentaron sin resultado ubicar al intendente porteño durante los fines de semana y el lunes inclusive, sin éxito.

Si bien es cierto que un político en el poder puede ser un mono con navaja o un elefante en un bazar, no es menos obsceno que un dirigente votado por el pueblo de un distrito gobierne los destinos de sus ciudadanos con un teléfono celular desde algún lugar de descanso. La gestión puede ser satisfactoria, aún en esos términos telemáticos, pero en la Ciudad de Buenos Aires no parece darse esa excepción.

Claro, no podemos dejar de lado en esta reflexión la referencia a aquellos que gastaron horas, días, meses y años enteros para dedicarse full-time a la gestión de gobierno, aún trabajando hasta para el diablo mismo. Aunque criticados y denunciados hasta el hartazgo, funcionarios como Carlos Corach, ex Ministro del Interior de Menem, el ex presidente Eduardo Duhalde, el actual ministro Aníbal Fernández o el ministro de Planificación Federal Julio De Vido fueron y son ejemplos de esa devoción por el poder.

¿Qué será mejor: un funcionario hiperquinético dispuesto a todo o uno que descargue la gestión enteramente en sus súbditos para recostarse horas enteras en el sillón del poder?

¿Habrá dirigentes intermedios que regulen las horas de trabajo, que moderen sus ambiciones y que dediquen al menos 8 horas para el descanso?

Descubrirlos es y será todo un desafío. La habilidad de los políticos para mostrar lo que no son es una constante: Macri y tantos otros dirigentes saben de este juego y así lo ponen en práctica.

Este comentario se complemente con un aclaración: más que imputaciones a los políticos, las reflexiones al respecto deben hacerla aquellos que votan sin más conocimiento que la lectura de un puñado de títulos de periódicos del circunstancial compañero de viaje en el tren o en el colectivo.

(Columna de opinión publicada en Uruguay al Día)

2 comentarios:

Ester Lina dijo...

Muy interesante este artículo. No me extraña lo que contás. Y bueno... los porteños lo votaron, y ahora le echarán la culpa de todos sus males... Que se jodan, por desperdiciar un candidato como Filmus...
Saludos

Diego Corbalán dijo...

Gracias Mona!