domingo, 4 de mayo de 2008

1) Daniel, 2) Mauricio, 3) Néstor, 4) Lavagna, 5) Lilita, 6) Cristina

Recientes encuestas privadas dan una fuerte caída en la imagen de la presidenta CFK.

Así lo refleja hoy "el gran diario argentino" a través de un artículo que se puede leer desde acá.

No es poco que el 60 por ciento de la gente a la que se dirige a diario esté en contra de la gestión propia.

Pero este post propone una mirada un poco más allá de lo que habitualmente puede ser una charla de café o un comentario político de ocasión.

La cuestión es un poco más profunda.

Néstor Kirchner supo llegar a la presidencia, en 2003, con bajísimos porcentajes electorales y con igual imagen modesta.

Fue su gestión con empuje devaluador la que construyó su figura de hombre de la recuperación.

Atrás quedaría Duhalde.

Cristina asumió con el barco rumbeado en el camino planeado por su esposo.

El modelo económico K, el estilo político K y el particular vínculo que el pingüinaje logró con la sociedad no fue poco como para que Cristina lo supiese dosificar en sus cuatro años de gestión.

Pero en pocos meses, una parte sustancial de ese capital de gobierno se gastó con demasiada prisa.

¿Por qué?

Acá habría que empezar a argumentar el comentario con un conjunto de elementos que expliquen este despilfarro.

Pero quiero ir para otro lugar.

Si Néstor supo pegar gritos en público y apretar en privado a distintos actores de la vida del poder criollo fue en base a su altísima imagen pública.

Si el pingüino se animó a sostener un modelo de crecimiento basado en la demanda en inquietante aumento, fue en base a la percepción de que su convicción política serviría para encantar hasta a quien no simpatizara con su estilo de gestión.

Pero sus números en la opinión llegaron a rozar el 70 por ciento de percepción positiva.
Cristina, hoy por hoy, luego del desgaste por el conflicto del campo, se acomoda sexta detrás de Scioli, Macri, su propio marido, Lavagna y Carrió.

Es un score difícil, más aún teniendo en cuenta que a la saga le van presidenciables como son el gobernador bonaerense, el jefe de gobierno porteño y la líder de la Coalición Cívica.

Ahora bien: si Cristina continúa crispando el puño con tan baja aprobación pública de su gestión, ¿no estará caminando por la cornisa del suicidio político?

Hay que desensillar hasta que aclare, dice el dicho que invita a detener la marcha si la noche nos alcanza.

En todo caso, tendrá que retomar el rumbo cuando se pueda, al menos, luego de morigerar el embate mediático de las encuestas adversas.

Ir por todo cuando poco se tiene, es empezar a contar un final trágico por anticipado.

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