domingo, 28 de agosto de 2011

La política, entre los "buenos y los "malos"

En las distintas discusiones acerca de lo político surge recurrentemente la categorización de la acción política (entendida como el hacer político de la dirigencia en general) en términos del par clasificatorio honesto-deshonesto.

Dicha tabulación no hace más que empujar a uno y otro lado a quienes pretenden ser analizados desde el más simple y despreocupado “sentido común” o aún desde pretenciosos postulados pseudo-reflexivos y casi-científicos.

Desde este espacio, mucho hemos reflexionado al respecto: la infantilización de la reflexión y de la crítica política no puede llevarnos a un lugar más inconveniente.

Pretender que, a uno y otro lado, queden todos perfectamente clasificados en blanco o negro, refleja una simplificación categórica que remonta a aquel binomio polarizante histórico de izquierda-derecha o progresista-conservadores.

Ahora bien, ¿cómo explicar dicha oposición entre buenos y malos de la película política, entre corruptos y no corruptos?

Jean –Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon lo reflejan en estos términos en “La nueva era de las desigualdades” al indagar en la realidad francesa de mediados de la década de los 90:

(…) el retorno de lo social se acompaña hoy por una confusión perversa de la política y los buenos sentimientos. (…) En un universo en que los términos de las opciones y la naturaleza de lo que está en juego parecen más vagos, se dibujarán nuevas líneas de clivaje. Los criterios de clasificación se tornarán finalmente más individuales que colectivos. La antigua oposición entre progresistas y conservadores será reemplazada entonces por la distinción entre hombres políticos honestos y los corruptos, las personas de buena voluntad, preocupadas por el interés general, y los cínicos que persiguen una meta egoísta de ocupación del poder.

Es decir, lo que supo ser una crítica hacia la acción política desde una perspectiva de grupos de participación en la discusión de “lo público” se ciñe ahora a un juicio a partir de los defectos o virtudes de quien es observado.

Para los autores citados (y humildemente para este espacio de reflexión argenta) el paso de la “perspectiva desde lo colectivo” a la “perspectiva de lo individual” no hace más que reflejar la consolidación del denominado “individualismo moderno” que opera como imperativo categórico de la discusión política.

Pensar lo político desde las virtudes individuales refleja un estado de pensamiento de nuestra sociedad contemporánea que no alcanza a dimensionar una evaluación precisa de la acción política.

En este esquema, creemos que será de enorme dificultad poder hacer encajar fenómenos de gran difusión en la dinámica política, tales como, por ejemplo, las decisiones consideradas acertadas para una sociedad, impulsadas por políticos sospechados de tener evidentes manchas en su reputación como dirigentes.

Por ser “malo” no necesariamente se considera una decisión política como “mala”; lo perverso de este razonamiento es, como contrapartida, pensar que todo lo que decida un dirigente “bueno” resulta ser una decisión “buena” por la condición de quien la lleva adelante.

1 comentario:

Juan Cristonomo dijo...

Muy bueno tu blog, Diego.
En estos días entro a dejar comentarios.
Acá te dejo el blog de un amigo politólogo que te puede interesar:

http://proyectoquilt.blogspot.com/

Saludos