martes, 21 de septiembre de 2010

Periodismo de buenos y malo no es periodismo


El periodismo de ficción es una de las prácticas más peligrosas que tiene la profesión.

Es jugar con la verdad misma a fin de acomodarle de acuerdo a los intereses de ocasión.

O peor aún: es inventar un hecho deliberadamente

Hace pocos días atrás padres de un colegio porteño tomado por alumnos denunciaron que fueron amenazados por otros padres para que depusieran la medida.

La denuncia fue de la comunidad educativa de la Escuela Normal Superior 6 Vicente López y Planes, del barrio porteño de Palermo

Según el relato de un grupo de padres, los amenazante fueron, ni más ni menos, que otros padres quienes aparecieron en reiteradas oportunidades en el canal de noticias C5N, entrevistados por el periodista Eduardo Feinmann y que manifiestamente se declaran en contra de las tomas.

Ahí no más se me encendieron las alarmas.

¿Este caso es realidad o ficción mediática?

Entonces recordé los episodios de hace una semana en el subte, cuando supuestos pasajeros encolerizados increpaban a dirigente gremiales por haber paralizado las formaciones cuando, en verdad, los trabajadores habían liberado los molinetes.

Y otras vez esas supuestas imágenes de la realidad eran emitida y emitidas y emitidas por C5N.

¿Otra vez la maldita casualidad?

¿Otra vez la noticia al servicio de la ideología del medio?

Y entonces siguieron saltando recuerdos.

Y aparecieron aquellas imágenes del subcomandante Carlitos en Concordia, Entre Ríos, a principios del 2000 como recordábamos días pasados a través del documental Orquesta Roja de Nicolás Herzog.

Y otra vez la ficción hecha realidad.

¿Todo esto tiene que ser casual?

¿Debemos confiar en que la conexión que hacemos entre supuestos padres enojados con las tomas, supuestos pasajeros calientes con los trabajadores de Metrovías y aquella tristemente memorable amenaza terrorista no es antojadiza y caprichosa?

Lo que más nos preocupa no son estos episodios, sino aquellos que, siendo verosímiles, no fueron verdaderos, sino falsos, mentirosos, inexistentes.

Les doy cinco segundos para que piensen en algún episodio periodístico del cual sospechan su veracidad.

En fin, son varios los casos que se nos pueden prestar a la profunda sospecha.

Y no es C5N el único medio del cual dudamos.

Incluso dentro del propio espacio progresista hemos advertido ciertas noticias “flojitas de papeles”.

¿Qué le estará pasando al periodismo vernáculo?

No lo sabemos con precisión.

Pero intuyo que el riesgo grande es forzar la profesión para ponerla al servicio de “buenos” y “malos”.

El periodismo binario puede ser un arma de autodestrucción de él mismo

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