martes, 8 de junio de 2010

Decirle que no a un traidor es una suerte de redención


Como una verdadera lectura tardía de la elección radicheta bonaerense, caben decir algunas cuestiones.

Primero, que haya ganado un dirigente del tenor de Ricardo Alfonsín es un aliento para quienes creen que la política puede ser en sí misma política sin referencias abiertas de sumisión al poder de las corporaciones.

Segundo, que un Alfonsín haya ganado realimenta el espíritu reformista que supo forjar el viejo Alfonso, aunque haya sido un proyecto trunco.

Tercero, que el radicalismo bonaerense le haya dicho que no a un Traidor (o que por lo menos que no le haya dicho que sí) es un reflejo, aunque tenue, de una sociedad que por lo menos no premia la deslealtad.

Cuarto, la elección del radicalismo bonaerense instala (al menos en expectativa) a la UCR como alternativa de poder al PJ.

Quinto, que esta expectativa de alternancia en el poder entre partidos políticos tradicionales no es una mirada nostálgica del pasado político argentino: en todo caso es apostar a que, ahora sí, funcione la política con sus instituciones de participación ciudadana, sin instancia posible de asaltos al poder por parte de experimentos políticos-castrenses.

Sexto, que, pese a lo optimista de este breve análisis, no deja de vislumbrarse con preocupación la ausencia de una expresión política en formato de partido o alianza que aglutine a los siempre inquietos sectores neo-conservadores (o de derecha para usar una categoría reconocida aunque imprecisa).

2 comentarios:

Angeles Martin dijo...

Muy interesante el post. Me gustó mucho.

León Stofenmacher dijo...

Buen análisis, pero como ya dije, no voy a creer más en la UCR hasta que no revivan las intenciones de Alem, la política exterior y educativa de Yrigoyen, el patriotismo de Mosconi, la honestidad de Illia y el valor de Karakachof.