domingo, 30 de mayo de 2010

Por un patriotismo en el progreso


Soy de los que creen en el progreso como herramienta para el cambio, entendido como precepto político-ideológico que nos permite contar con nuestro estado de situación para generar un cambio a partir de lo dado.

Desde esta perspectiva, el patriotismo no debe remontar a un pasado glorioso, difícil de comprender más que por símbolos e imágenes de un ayer lejano y difuso. Amar la tierra propia y amar a los que la integran no puede ser solamente un acto en retrospectiva. ¿Qué implica recuperar nuestro sentimiento patrio? ¿Volver a un pasado que ya no podemos revivir? ¿Cómo conocer a nuestra patria sólo a través de los libros de historia o mediante relatos fragmentados de aquellos que alcanzaron a vivir sólo parcialmente complejos y dinámicos procesos históricos?

Adherir ciegamente a la memoria histórica impide ver el presente y dimensionar con claridad el futuro; en esto, el sayo le cabe a aquellos que promueven una mirada única hacia atrás a fin justificar su presente sin proponerse asumir el desafío del futuro (para que no haya lugar a confusión alguna sobre este concepto, el mismo está tomado muy especialmente del trabajo cotidiano de agrupaciones sociales como, por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo, en cuyo desafío presente está el construir un presente y configurar un futuro a partir del legado trunco que dejaron sus hijos desaparecidos).

Vivir en el pasado es una postura que resulta insuficiente, sobre todo ante los desafíos que asumimos en nuestra actualidad argentina y ante los innumerables problemas por resolver de cara a lo que viene.

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Escribo estas líneas empapado de Bicentenario, tratando de matizar mis palabras entre las glorias pasadas que, dicen, debemos emular y los ejemplos invisibles de nuestro presente que seguramente son glorias ocultas de hoy y ejemplos de mañana.

No se si nos pueden servir hoy iconos de a caballo, con sables justicieros o plumas lúcidas que escriben los preceptos a seguir.

Más bien contemplo en nuestro día a día a esos pequeños referentes de la grandeza argentina que no son ni más ni menos que los de otras patrias, pero que son nuestros; somos nosotros mismos.

Son esos pequeños ejemplos de ciudadanía cotidiana que ponen compromiso y desafío a los obstáculos de todos los días.

Todos podemos ser parte y hacer un futuro mejor al presente que tenemos; cada uno en lo suyo involucrados en un proyecto común; es como en un barco; cada uno en su tarea, todos en la misma empresa.

Hablar tanto de políticos, de sus internas, de sus desaguisados, de sus miserias, no puede nublar otra mirada sobre lo público, sobre lo que nos involucra en el día a día cotidiano como colectivo social.

Es oportuno y necesario juzgar a quienes nos gobiernan; pero más pertinente es indagarnos a nosotros mismos y hacer un ejercicio de autorreflexión que nos eleve de nuestra existencia diaria.

¿Cuáles son nuestros ideales? ¿Por qué estamos dispuestos a pelear todos los días? ¿Hacia donde estamos dispuestos a ir de la mano junto a los que más amamos?

Si hay un por-delante común, no importa quién nos gobierne; si no hay coincidencia en ese futuro, la Argentina seguirá en la mezquindad de quienes, ante la ausencia de un presente auto-construido, seguirán optando por adherir a causas ajenas y prometedoras de una salida que puede llevarlos a un futuro de sumisiones y claudicaciones. 

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El desafío es encontrarle un rumbo a tanto fervor manifiesto en los festejos del Bicentenario.

Millones de personas en la calle durante la celebración de los 200 años de la revolución de 1810 resultaron ser contracara de aquella gesta "revolucionaria".

Citando a José Pablo Feinman, esa revolución, más que eso, fue un cambio de administración de las provincias del Virreinato. 

La frase repetida hasta el cansando "el pueblo quiere saber de qué se trata" no tenía como sustrato a un verdadero pueblo movilizado ante el Cabildo para averiguarlo sino más bien a un reducido grupo de personas que poco tenían de representantes de toda una comunidad.

Si en aquel proceso de cambio de 1810 hubo un grupo de iluminados a la vanguardia de un proceso sin pueblo, 200 años después encontramos a un pueblo con amagos de movilización, es decir de expresión popular masiva pero sin vanguardia que los oriente.

Oficialistas y opositores tienen hoy el desafío de saber que el pueblo tiene ganas de movilizarse pero no sabe bien por qué; o por lo menos no tiene quién lo movilice más allá de festejo puntuales y absolutamente excepcionales como el del Bicentenario.

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