El año pasado estuve demasiado sesudo para hablar de la Navidad (click acá para ir un año atrás, ¡¡uau!!).
Este año la fecha nos sorprende con otras reflexiones.
Estas fiestas de finales de 2008 llegan con la crisis económica mundial, la crisis política local y con la atorranteada empresaria ¡de haber suspendido sus fiestas de fin de año!
Todo un mensaje, ¿no?
Si yo fuese empresario, también hubiese suspendido mi festejo.
La cosa es estratégica; tomen nota:
- si no hay fiesta, genero entre mis empleados un clima de expectativa hacia la negativa para el año que viene (aunque siga ganando más o menos como siempre).
- sin agasajo a mis empleados, les estoy mostrando que no puedo ocuparme de ellos (porque hay que ocuparse de la empresa, ¡viste!).
- al no haber cena de fin de año, corto con toda pretención de mejora salarial para el 2009 ("¿Aumento? Usted está loco. ¿No vio que hasta suspendimos los festejos de fin de año?)
- una vez cancelada toda despedida, me preparo para empezar el año con un cono de incertidumbre sobre la plantilla ("No sé, vamos a ver. Hasta marzo estamos en compás de espera. Por ahora, váyase de vacaciones y después discutiremos su futuro")
- al retornar de las vacaciones (luego de que mis empleados se hayan comido la cabeza pensando qué les deparará laboralmente el 2009) los muchachos acompañarán sin chistar todo tipo de medidas tomadas "para evitar que la empresa caiga".
- Hasta mayo o junio todo será "gracias señor por no haberme echado"
- Con este plan, más o menos tiramos hasta agosto-septiembre.
- Después habrá que aguantar otra vez la presión de los sindicalistas que vendrán otra vez por los aumentos.
- Pero, tirando y tirando habremos llegado al último trimestre de 2009 sin haber entregado ni un mango de la rentabilidad de la empresa.
¿Qué opinan?
¿Estoy como para convertirme en empresario?
Si les parece que me falta, le pido a Papá Noel que me regale el manual de buen empresario.
¡Salud!
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