Finalizó una de las semanas más trascendentes para la vida política argentina desde la vuelta a la democracia, en 1983.
Afirmo esto porque todo lo sucedido en estos siete días será fundacional para la política que viene.
Pasamos del diálogo cerrado del gobierno, en las horas previas al sábado 14 de junio de 2008, al envío al Congreso del proyecto de ley para debatir lo que no se quería someter a debate: las retenciones móviles.
En el medio de estas dos puntas, por un lado el desalojo a upa de De Ángeli en la ruta 14 y el cacerolazo pequeñoburgués-antiperonias-antiCristina y antídoto a lo que huele a nacional y popular.
En el otro extremo, la convocatoria del kirchnerismo a la Plaza del Sí, que fue una convocatoria para defender a la Democracia, pero que pareció terminar más cerca de ser un acto de respaldo al proyecto de la pingüinera.
Todo parece haber quedado en equilibrio, entre campo y gobierno.
Ahora viene el tiempo del debate parlamentario, del que seguramente saldrá una ley votada gracias al diálogo que permitirá el oficialismo K.
Pero este gesto, ya evidenciado por distintos hombres del kirchnerismo, es respuesta a propios errores, más que a gestos propios de un vencedor condescendiente con el derrotado.
El diálogo es lo que NO hubo en la era de los Kirchner.
Los gestos ampulosos, el grito mediático y el reto público hacia los disidentes fue constante en boca de Néstor y retóricamente presente en Cristina.
Es evidente que tanto estilo crispado terminó pagando costos elevados con el lock out de los jinetes de la soja.
Además, este estado de cosas es co-protagonizado por las clases medias caceroleras que terminaron en la calle apoyando el campo por diversos motivos.
Afirmo esto porque todo lo sucedido en estos siete días será fundacional para la política que viene.
Pasamos del diálogo cerrado del gobierno, en las horas previas al sábado 14 de junio de 2008, al envío al Congreso del proyecto de ley para debatir lo que no se quería someter a debate: las retenciones móviles.
En el medio de estas dos puntas, por un lado el desalojo a upa de De Ángeli en la ruta 14 y el cacerolazo pequeñoburgués-antiperonias-antiCristina y antídoto a lo que huele a nacional y popular.
En el otro extremo, la convocatoria del kirchnerismo a la Plaza del Sí, que fue una convocatoria para defender a la Democracia, pero que pareció terminar más cerca de ser un acto de respaldo al proyecto de la pingüinera.
Todo parece haber quedado en equilibrio, entre campo y gobierno.
Ahora viene el tiempo del debate parlamentario, del que seguramente saldrá una ley votada gracias al diálogo que permitirá el oficialismo K.
Pero este gesto, ya evidenciado por distintos hombres del kirchnerismo, es respuesta a propios errores, más que a gestos propios de un vencedor condescendiente con el derrotado.
El diálogo es lo que NO hubo en la era de los Kirchner.
Los gestos ampulosos, el grito mediático y el reto público hacia los disidentes fue constante en boca de Néstor y retóricamente presente en Cristina.
Es evidente que tanto estilo crispado terminó pagando costos elevados con el lock out de los jinetes de la soja.
Además, este estado de cosas es co-protagonizado por las clases medias caceroleras que terminaron en la calle apoyando el campo por diversos motivos.
El gobierno de Cristina puede desplegar una serie de acciones tendientes a equilibrar a su favor este momento político.
No es que la Presidenta esté en problemas.
Más bien está complicado el proyecto kirchnerista, el cual debe reformularse seriamente mediante un profundo debate interno.
Si el proyecto sigue dependiendo de las decisiones de Néstor, Cristina y algunos de su cohorte, su debate carecerá de un pluralismo oportuno que sirva para mostrase democrático hacia adentro del espacio y hacia afuera en la gestión de gobierno.
Si los K continúan con el mismo el estilo de hacer política, con el mismo estilo de gestión y con los mismos mecanismos de toma de decisiones internas, sus ambiciones pueden frustrarse.
Los Kirchner tienen derecho a no querer cambiar.
Pero si no muestran al menos sutiles modificaciones en su ejercicio de la política, tendrán que empezar a releer los libros de historia: no para estudiar los procesos políticos exitosos del pasado, sino para aprender a escapar como lo hicieron otros en su misma situación.
Más bien está complicado el proyecto kirchnerista, el cual debe reformularse seriamente mediante un profundo debate interno.
Si el proyecto sigue dependiendo de las decisiones de Néstor, Cristina y algunos de su cohorte, su debate carecerá de un pluralismo oportuno que sirva para mostrase democrático hacia adentro del espacio y hacia afuera en la gestión de gobierno.
Si los K continúan con el mismo el estilo de hacer política, con el mismo estilo de gestión y con los mismos mecanismos de toma de decisiones internas, sus ambiciones pueden frustrarse.
Los Kirchner tienen derecho a no querer cambiar.
Pero si no muestran al menos sutiles modificaciones en su ejercicio de la política, tendrán que empezar a releer los libros de historia: no para estudiar los procesos políticos exitosos del pasado, sino para aprender a escapar como lo hicieron otros en su misma situación.
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