No hay dudas de que el conflicto con el campo nos arrastra a una polarización política en la que, a muchos, no nos gusta quedar atrapados.
Pensar que se puede quedar en la vereda de la oposición campera-patronal por el sólo hecho de decirle no a los K, me parece demencial.
Pero jugar todas las fichas al oficialismo parece todavía más desmedido.
Una alternativa de centroizquierda como el sábado lanzará el ARI rebelde es esperanzadora.
Porque hoy una polarización no sería saludable; sobre todo por un problema de representación política.
¿Acaso los sectores sociales integrados por profesionales, intelectuales, artistas y empleados de la administración pública pueden terminar atrapados en el universo K por el sólo hecho de haber recibido algún beneficio de bolsillo en estos últimos años? ¿O deberían terminar dando un salto hacia la oposición actual, tan emparentada con los sentimientos patrios de la patronal agro-negocio-pecuaria?
¿Acaso los sectores sociales vinculados a la mano de obra del campo (explotada profusamente) tienen que terminar vendiendo su alma a la Sociedad Rural y a la CRA? ¿Tendrán que terminar firmando su adhesión al oficialismo y continuar marginados dentro la matriz productiva del campo que tuvo como principal socio al gobierno, en medio de la fiesta sojera?
El año que viene hay elecciones y por suerte son legislativas.
Elecciones de ese tipo permiten el crecimiento de espacios de disidencia a diestra y siniestra.
¿Es posible una alternativa?
Ojalá que posturas moderadas como la del ARI rebelde, el socialismo y el Proyecto Sur puedan sentarse a la misma mesa y construir algo nuevo.
Ojalá.
Ojalá.
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