Hace algunos días fui invitado a dar una conferencia ante los estudiantes de una escuela que forma policías.
Todo un desafío para quien se concibe lejano del pensamiento marcial que tiene toda fuerza que nuclea decenas de miles de hombres adoctrinados y entrenados para una labor que casi está en las antípodas del debate de ideas, por las ideas mismas.
Pero acepté el desafío y ahí va el borrador que hice para la charla:
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Buenos días:
Primero quiero decirles que en esta Academia y dentro de esta Policía no está la autoridad; y tampoco lo serán Uds. cuando les toque el desafío de salir a las calles. Porque el concepto de autoridad refiere a una cuestión que excluye, al menos en parte, a toda Policía y más bien se reposa en todo marco institucional que envuelve, da contenido y forma a toda sociedad que se considere tal. Es decir, la autoridad no es una cualidad nacida del seno de un cuerpo de seguridad estatal, sino que surge en la dinámica de construcción del corpus de instituciones sociales, políticas y económicas que dan vida y permanencia a todo grupo social. Esta es una mirada sobre el tema recostada en el aspecto jurídico; aunque hay otras maneras de verlo.
Todo un desafío para quien se concibe lejano del pensamiento marcial que tiene toda fuerza que nuclea decenas de miles de hombres adoctrinados y entrenados para una labor que casi está en las antípodas del debate de ideas, por las ideas mismas.
Pero acepté el desafío y ahí va el borrador que hice para la charla:
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Buenos días:
Primero quiero decirles que en esta Academia y dentro de esta Policía no está la autoridad; y tampoco lo serán Uds. cuando les toque el desafío de salir a las calles. Porque el concepto de autoridad refiere a una cuestión que excluye, al menos en parte, a toda Policía y más bien se reposa en todo marco institucional que envuelve, da contenido y forma a toda sociedad que se considere tal. Es decir, la autoridad no es una cualidad nacida del seno de un cuerpo de seguridad estatal, sino que surge en la dinámica de construcción del corpus de instituciones sociales, políticas y económicas que dan vida y permanencia a todo grupo social. Esta es una mirada sobre el tema recostada en el aspecto jurídico; aunque hay otras maneras de verlo.
Según la definición de la Real Academia, autoridad es: "Potestad, facultad. Poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada. Persona revestida de algún poder o mando." Pero, ¿realmente Uds. se sienten superiores a los ciudadanos civiles a quienes subordinan? Y si lo siente, ¿está bien que así sea? Está claro que toda fuerza de seguridad tiene un poder que otros grupos sociales no tienen. Pero ese poder no es propio.
El deber de todo grupo estatal con poder de coerción es utilizar su supremacía en función del cumplimiento de la ley. Es entonces que asoma como fuente de toda autoridad el marco jurídico de toda sociedad moderna, forjado por innumerables debates que protagonizaron aquellos que fueron y son representantes de los intereses de un pueblo. Como ven, la autoridad ya se les fue de las manos. Aunque no quiero desanimarlos. Porque como todo grupo social, una fuerza de seguridad debe tener autoridad propia. Y de hecho la tiene. Y es aquí en donde vemos que esa autoridad se forja en otro ámbito que no es el de las leyes.
Ese ámbito es el de la sociedad civil. ¿Qué tendrá que tener un grupo social para imponerse sobre otros? ¿Numerosidad, organización, poder de fuego, o qué? Todo esto es necesario, pero no suficiente. Para imponerse como real autoridad también es necesario que esa autoridad se valide entre el resto de la sociedad. Y esto se inscribe en el reconocimiento que una comunidad tiene en aquel grupo encargado de velar por el cumplimiento de la ley. Este reconocimiento parte, sin duda, en el debido cumplimiento de la ley que hace la propia Policía en su ejercicio diario, más allá de hacerla cumplir a terceros.
A diario se escuchan cuestionamientos a las fuerzas de seguridad por sus excesos o mal cumplimiento de la ley al, paradójicamente, hacerla cumplir. Y sus superiores, y ustedes mismos, deben decir: “qué injustos que son; si los que violan la ley son muchos más fuera de las fuerzas de seguridad y cometen delitos muchos más graves”. Pero hay que considerar algo esencial en este terreno: es el desafío de la función pública.
El trabajo que encararán en un futuro no muy lejano refiere a una tarea de servicio social al servicio de toda una comunidad que necesita del mismo. Es facultad delegada por una sociedad en un cuerpo que se encargará de velar por la seguridad de todos. Ustedes actúan por mandato social y como tal deben hacerlo al nivel de sus responsabilidades, pero exigiendo, a cambio, el mismo respeto y reconocimiento que la exigencia que implica la tarea. Todos arriesgamos algo en nuestras vidas de trabajo; pero ustedes ponen sobre la mesa de trabajo su propia vida. Eso debe ser reconocido en todos los aspectos.
Una fuerza bien entrenada, bien equipada y bien paga es estímulo para el buen trabajo. No tengo dudas de que si alguna de estas condiciones flaquea, temblará la función que ejercen. Como periodista veo que esta Policía como todas las Policías deben relanzarse socialmente, para poder recordarle a la sociedad cuál es su función y su deber. Más aún en tiempos como los que corren, en los cuales las condiciones sociales deterioradas, la desigualdad social y la oscilación en las políticas de seguridad pueden hacer desdibujar el sentido y la utilidad de las fuerzas de seguridad.
Seguro que la mejor sociedad debe ser la que no necesite reprimir el delito, debido a su escasa presencia. Pero en la prevención y en el combate de al menos una infracción a la ley debe estar toda la capacidad y la autoridad de una Policía como ésta. Una conclusión: la sociedad debe saber que un policía es una persona como cualquiera. No debe ser ni héroe ni valiente; debe ser servidor público como lo es un maestro, un médico o como cualquier empleado de una oficina estatal de atención al público. Y ante todo debe ser vigilante; de seguro que en esa actitud estará la prevención del delito. El delito que no se comete es el mejor de los delitos.
Una nota al margen: “Se acata pero no se cumple”
En épocas de la colonia en América era muy común escuchar esta frase. Respondía a una escisión evidente entre las leyes que impartía la Corona española para sus colonias y los usos y costumbres de los pueblos bajo su dominio. Un ejemplo era la prohibición de comerciar esclavos, cuando en verdad, esa práctica era común y necesaria para los negocios de la época.
Hoy vemos a diario que la ley muchas veces corre por carriles paralelos a los de la práctica social diaria. Allí se genera una tensión entre comunidad y ley en la cual queda encerrada toda fuerza encargada de hacer cumplir esa ley. Entonces, ¿cómo debemos calificar una Policía que no hace cumplir una norma por más obsoleta que sea? ¿Incurrirá en un incumplimiento de los deberes de la función pública? Es una pregunta compleja de responder. Pero propongo una.
No tengo dudas de que toda fuerza de seguridad que entienda la flexibilidad, la reinterpretación y el aggiornamiento de la ley logrará para sí el respeto de la comunidad a la cual sirve. Y esto se observa a diario en el trabajo de muchos de sus superiores. Es habitual ver como jefes policiales deben hacer verdaderos malavares para poner en práctica leyes aprobadas por legisladores están muy lejos del conocimiento cotidiano de vida en las calles de una ciudad.
También es un desafío diario para fuerzas como ésta engranar en complicados mecanismos jurídicos que hacen interactuar fuerzas de seguridad, jueces y fiscales en tareas de investigación de actos delictivos. Muchas veces, estos procedimientos terminan dejando en manos de inexpertos el trabajo de llevar adelante investigaciones de este tipo. Pero toda Policía que quiera tener algo para aportar a la sociedad más allá de las leyes que la delimitan y que debe hacer cumplir debe poseer su propio manual que podríamos llamar manual comunitario. No necesariamente debe ser escrito. Más bien debe ser un compendio de acciones a realizar a fin de preservar el vínculo con la comunidad y permitir sostener la función para la cual fueron asignados, sin violar la ley en su espíritu mas esencial.
Un Policía que pasa gran parte de su consigna mandando mensajes de texto es un hecho mucho más grave que no multar y, entonces, no poderle a un conductor que no lleva puesto su cinturón de seguridad. Ese policía de cabeza gacha puede estar no viendo un grave delito de robo, secuestro o asesinato. Si dejó ir al conductor sin cinturón, pero le advirtió sobre la obligación de usarlo por su propia vida, la tarea, en mi opinión está doblemente cumplida. Este ejercicio reflexivo es difícil, trabajoso y lleva su tiempo dentro de la tarea que cumplirán en las calles de la ciudad, en algunos meses más.
Muchas Gracias.
Muchas Gracias.
2 comentarios:
Excelentes palabras. ahora me pregunto si los futuros custodios de nuestra seguridad entenderán algo...
Estaría bueno que los ciudadanos estemos al tanto de cuál es la formación de los muchachos que deciden ser parte de la fuerza, como para saber con quienes tratamos, verdad?
Es verdad, amigo. Durante el tiempo durante el que estuve escribiendo me pregunté varias veces si me lograrían entender... Y bueno, pero tenía que decirlo... después de todo me parece que tenemos que sentarnos a darle un marco de ideas a semejante muchachada de armas llevar, no?
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