domingo, 4 de marzo de 2012

Discurso, gestión y poder

En la inauguración de las sesiones ordinarias, los mandatarios de ciudades, partidos, provincia, y por supuesto la mismísima Nación, ponen sus mejores palabras para mostrar lo mejor posible su gestión, tanto en lo que hicieron como en lo que harán. 

La pregunta recurrente de nuestra contemporaneidad política es si con esos y otros discursos de ocasión alcanza para fundamentar una gestión.

En las pasadas aperturas de sesiones ordinarias pudimos escuchar con atención el largo discurso presidencial de Cristina. 

Sus palabras sonaron a reafirmación de su gestión, identificación de sus enemigos y planificación del futuro. 

Pero detrás de su discurso se escuchó algo más, tal vez lo que realmente nos interesa. 

Sonaron las palabras de una gobernante que se reafirma en su manera de encabezar el Poder Ejecutivo, como lo vino haciendo hasta ahora. 

¿Será esto un capricho o un rasgo de ratificación de su estilo de gobierno? 

Con un tono más emocional y visceral que cerebral, como se le había escuchado en aperturas anteriores, la Presidenta reafirmó las alianzas de su gobierno 

Con los grandes intereses económicos y financieros, por un lado, y con los ciudadanos de a pie, que aún hoy piden que sus derechos sean reconocidos. 

Así de simple, así de claro, así de contradictorio: así es el peronismo. 

Por el lado de Mauricio Macri, en cambio, sus palabras sonaron más a lamento que a gestión: criticas profusas, varias con razón, coronaron un discurso que terminó mostrando cómo el alcalde porteño hace política desde el “no puedo” 

Que se me entienda: no digo que Macri no tenga razón; en todo caso, habría que pensar que un gobierno, más aún el de la ciudad de Buenos Aires, debiera desplegar una eficiente gestión urbana aún sin contar con la policía propia, el subte propio y muchos más recursos propios que debe coparticipar. 

Y por el lado del gobernador Scioli, su discurso, ante todo alineado estrictamente con el gobierno nacional, da cuenta de un gobernante atento a su gestión pero asimismo preocupado por su suerte política, ya, ahora, ni tan cerca ni tan lejos como es en términos políticos 2015. 

Fiel a su formación política, Scioli juró lealtad a Cristina, pegó con argumentos a Macri y desplegó (con palabras escritas y leídas con medido énfasis) una serie de argumentos que sirvieron de defensa de su gobierno. 

Ni mucho ni poco; así es el gobernador bonaerense, por lo menos en público. 

Mientras Cristina hizo sonar su voz de oradora sólida, mezclada con quiebres emocionales de su discurso, Macri mostró enojo e impotencia. 

Scioli esquivó con elegancia ambos estilos encontrados, con fe, con esperanza y con una evidente estrategia de alineamientos e instalación candidateal

Todo lo dicho viene por cuenta de discurso y gestión, pero resta hablar de poder.

¿Dónde está el poder, hoy en la Argentina?

Sin dudas no está sólo en la política; Néstor Krichner lo dejó muy claro a lo largo de su carrera política en la cima del poder politico; sus enemigos no estaban abajo suyo sino a su lado y también sobre él.

Hoy el poder del gobierno nacional reside en sus alianzas; es un poder estructurado que le da firmezas pero también ataduras a la hora de mostrar su vocación "progresista".

En este sentido, no es casual que lo progresivo de las reformas que promueve el kirchnerismo tengan su mayor impacto en los derechos civiles, ahí en donde los poderes corporativos no juegan su suerte (claro que ahí sí la Iglesia tuvo y tiene algo que decir, pero su efectividad para frenar dichas reformas, hasta ahora, resultó ser más bien baja).

Al abrir el concepto de poder, damos cuenta de que, hoy por hoy, el poder no es exclusividad del gobierno: lo comparte gracias a ese pacto con otros poderes.

Pero esos poderes no-políticos desean un gobierno distinto: lo vienen mascullando desde 2003: ahí nace el entusiasmo por el cambio y la incertidumbre por el menú de candidatos.

Ahí nacen las esperanzas y al mismo tiempo las dudas sobre Macri.

Tal vez a esos poderes les entusiasme el propio Scioli, pero ese romance todavía se ve lejano.

Por ahora, la pista de baile de los candidatos no tiene música y mucho menos las luces de las campañas.

Pero está claro que en ese baile Cristina no estará, y es un verdadero interrogante saber si un candidato del kirchnerismo puede suplir con elegancia los pasos que la Presidenta supo dibujar en la pista como candidata y como gobernante.

Con esta conclusión, cabe preguntarse

¿Será Scioli ese candidato que contente al peronismo kirchnerista y no oficialista (entíendase por este último al conjunto de dirigentes que están dentro del PJ y que no adhieren al enclenque Peronismo Federal)?

Es decir, ¿Será Scioli el candidato de la unidad al interior del peronismo?

Y por otro lado, ¿será Macri el rival a batir en 2015? 

¿Le servirá sostener el discurso del fastidio como estrategia de victimización más que de gestión?

No es fácil una respuesta ahora, pero está claro que en estos tres personajes está la clave del futuro político del país: Cristina, Macri y Scioli

Y si me preguntan rapidito como para que diga algo propio de un pitoniso político les diría:

“Cristina, en retirada por el bronce, mientras la tropa bullanguera del krichnerismo hace lo imposible por colgarse de la teta del Estado, aún ante la dura realidad de tener que "fumarse" un candidato sin ADN kirchnerista (como Scioli, claro)". 
"El peronismo tejiendo al interior del partido, preparando el terreno para quien emerja como candidato de consenso".
“Mauricio Macri empujado a las presidenciales por su propio ego y por la necesidad de muchos grupos de poder, que verían en él al-menos-malo-de-lo-malo de los presidenciales”.
"La oposición amuchándose hacia derecha detrás de Macri y hacia izquierda buscando un lugar dentro de ese complejo y difuso espacio del progresismo no-peronista, amalgamado con serias dificultades por el Frente Progresista".

Todavía falta mucho pero, sin dudas, quien quiera gobernar el país en la era post-kirchnerista deberá decodificar el humor social, tan bien como lo hizo Kirchner en 2003.

Si por entonces la sociedad argentina aceptó un modelo político con sesgo progresista tal vez el giro para dentro de tres años sea hacia una impronta más conservadora, más medida, más replegada sobre la necesidad de profundizar y consolidar lo hecho en estos 8 años transcurridos desde aquel año.

Y, seguramente, no es hoy el kirchnerismo el que más guste quitar el pie del acelerador: tal vez otro proceso con otra dirigencia asuma ese desafío.

El fin de un ciclo político no es el fracaso del mismo. sólo que en la Argentina se cree que un retiro es una derrota... y hasta acá llegamos porque dicho razonamiento ya no es parte de nuestro análisis sino que lo dejamos en manos de la Psiquiatría Política para que lo someta al diván.

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