miércoles, 8 de septiembre de 2010

A los botes que se viene la crisis... ¡de los 40!


Para aquel que ya la pasó, esta reflexión sonará nostálgica y hasta risueña.

Para los que todavía no están entrando en ella, tal vez suene a lamento.

Para los que estamos en ella, este comentario puede ser receta para superarla: vamos a hablar de la crisis de los 40

Pero intentaremos no llorar, al menos durante este breve relato.

La crisis de los 40 habla de un cambio en nuestras vidas.

Es el paso de una vida de joven a una vida de adulto, sin distinción posible.

Es el momento de la última estación de la maduración antes de entrar en la etapa decisiva de la vida.

Pero, ¿qué es eso de entrar en crisis cuando alcanzamos una edad determinada?

La explicación, la tenemos; la solución, por ahora, no.

Analizando crudamente el paso de los “treintaypico” a los “cuarentayalgo” digamos que pegamos probablemente el primer salto generacional asumido con plena conciencia.

El primer, sin dudas, es aquel que dimos cuando pasamos de la vida de secundarios a la vida supuestamente libre de estudiante terciario, universitario o profesional.

En la crisis de los 40 el corte es más pronunciado aún que a los “casiveinte”, ya que hasta pareciera que se padece y que termina doliendo en la piel.

Dentro del terreno de las ciencias sociales, podemos decir que el salto generacional es aquel en el que se advierte un claro paso de una personalidad típica de moda a otro tipo de personalidad modal.

En este quiebre, los de 40 advierten que detrás suyo van surgiendo individuos que son distintos a ellos.

Los flamantes cuarentones ya no son los jóvenes de la sociedad: detrás suyo ya hay otros que vienen marcando tendencia.

Esos ya-no-jóvenes pierden identidad como noveles ocupantes del mundo; sus ídolos del pasado ya tienen la edad de ellos e incluso los superan.

El ideal de trascendencia a la sociedad empieza a desdibujarse, ya que el aporte probable que pueda hacer con sus cuarenta a cuestas entra en clara competencia con la energía y la fuerza social de sus pre-géneres capaces de desplazarlo de ese rol protagónico.

Sin embargo, no todo está perdido, mis queridos neo-cuarentones.

La posibilidad de hacer un aporte a la sociedad siempre está latente.

Si bien es cierto que culturalmente los aportes a la vida contemporánea están dados por las culturas y subculturas de los individuos de menos de 40, una vez superada la cuarta década de vida cabe la opción de la trascendencia social a partir de la irrupción carismática en la vida de un pueblo.

Gandhi es un ejemplo; el mariscal Tito asumió el desafío enfrentar a Rusia al frente de su Yugoslavia a los 50 años; Juan XXIII fue Papa a los 77 años.

¡Muchachos de los de 40 y algo, más o menos, ¡no todo está perdido!!

De lo que hemos hablado se inscribe dentro de lo que la teoría social define como “Teoría del cambio social”.

Es decir: la explicación de por qué las sociedades son dinámicas y móviles.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con los muchachos y muchachas en plena crisis de los 40?

Tiene que ver y mucho: como decía Tato Bores, mis queridos “chichipíos” uds. son parte de la encarnación del cambio que está viviendo SU sociedad.

Son como una suerte de presa tironeada por las fieras jóvenes y adultas que protagonizan dicho cambio.

Digamos que en el barco de la vida, los de cuarenta pretenden mantener el control el timón mientras los más jóvenes disputan ese lugar de conducción.

Como consejo final, digámosle a los que están en plena crisis de los 40 que ante la virtud de la juventud de las generaciones que nos compiten, la alternativa es la creatividad.

La originalidad y la ocurrencia en el liderazgo del cambio social nunca podrá alcanzarse desde la simple vitalidad de la juventud ni desde la sabiduría de quienes ya están por despedirse de este mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don diego...los años de estar casado con una acuariana,....pesan