sábado, 6 de junio de 2009

Una democracia cada dos años

Días atrás la campaña mediática de la Unión-Pro que conforman Mauricio Macri, Francisco De Narváez y Felipe Solá irrumpió con un extenso spot televisivo.

Durante poco más de 2 minutos, la pieza reprocha la pobre participación de los ciudadanos en el control de las elecciones y pide “solamente” que le dediquen un día a la democracia comprometiéndose a ser parte de los grupos de fiscales del partido a fin de garantizar el normal desarrollo de los comicios legislativo del 28 de junio.

“Sólo un día”, “sólo un domingo”, “podemos cambiar la provincia en un día”, son algunas de las frases que pueden escucharse en la publicidad de campaña del llamado pro-peronismo.

Ahora bien, ¿realmente se puede cambiar el rumbo de un país con la sola participación ciudadana durante una jornada, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche? ¿Es posible acordarse de que hay democracia y que hay que defenderla una vez cada 730 días?

En esta propuesta de baja demanda a la ciudadanía pareciera esconderse el mecanismo de una democracia estrictamente delegativa, aquella que permite a la dirigencia política hacerse dueña del voto popular sin rendir demasiadas cuentas entre elecciones.

Sin dudas, lo que propone el peronismo disidente no escapa a la actual cultura democrática argentina. Como muestra de este bajo nivel de integración ciudadana a la vida interna de la política sólo basta con observar el comportamiento del votante ante los partidos políticos.

Según estudios privados recientes, menos del 10 por ciento de los argentinos vota a un candidato por su pertenencia partidaria.

Otro dato elocuente de la baja participación ciudadana en las cuestiones de la política orgánica es la escasa presencia de elecciones internas en los partidos.

La enorme mayoría de las fuerzas políticas, tanto oficialistas como opositoras, no eligieron a sus candidatos con el voto de sus afiliados.

Varios partidos, sobre todo los opositores, responsabilizaron al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por el adelantamiento de los comicios y el acortamiento de los plazos para ordenarse internamente.

Sin embargo, en el año 2007 los plazos electorales no habían sido alterados y tampoco hubo comicios intrapartidarios.

Una explicación posible de este fenómeno estaría dada por las idas y vueltas en la sanción de leyes que revitalicen la vida interna de los partidos políticos.

En el año 2002, el Congreso argentino sancionó la ley de Internas Abiertas y Simultáneas, mecanismo apenas aplicado hasta el año 2006 cuando fue derogada con amplia mayoría del kirchnerismo y sin oposición manifiesta de los demás partidos.

Este debate, sin dudas, trasciende a los políticos y comprende a la dirigencia argentina en general.

Es sabido que tanto el sindicalismo como el empresariado argentino también viven restricciones internas de representación y participación colectiva.

Incluso en nuestras vidas privadas, ¿de qué manera ejercitamos ese juego tan promovido de las mayorías y las minorías?

Sin dudas las claves para entender nuestro bajo compromiso participativo no se encuentran en exclusiva imputaciones hacia la dirigencia política.

Tenemos, como ciudadanos, responsabilidades que deben partir del más puro y esencial planteo de que, si dejamos a la democracia librada a los dirigentes con una espaciada participación ciudadana cada dos años, estaremos resignando un enorme espacio que otros lo harán suyo.

Deberá ser el Estado y la sociedad en general los que establezcan los mecanismos de participación en la toma de decisiones de los cuerpos partidarios.

Sin embargo, en sociedades como las que nos cobijan no son habituales los casos de ciudadanos que dediquen su tiempo libre a la participación política; todos sabemos qué hacemos luego de cumplir nuestro trabajo y nuestros quehaceres familiares.

Habrá que promover un cambio cultural que genere un vuelco hacia la ansiada participación ciudadana plena; pero la tarea no será fácil mientras ocupemos nuestros ratos de ocio en engordar nuestros músculos, en gastar nuestro sueldo en ropa de shopping o en deglutir las comidas de 100 países distintos ofrecidas en una sola ciudad.

Más aún, las prácticas sociales ampliamente difundidas en nuestra cultura argentina actual nos llevan a debatir temas como la “tinellización” de la política, concepto surgido por la caricaturización de los políticos en el sketch de “Gran Cuñado”.

Lo grave y reprochable del estado de cosas de nuestro país no debe advertirse por el hecho de que el programa en cuestión sea masivamente visto por los argentinos a la hora de irse a dormir.

Los cuestionamientos deben surgir acerca de por qué nuestra sociedad elige ver Gran Cuñado y no otro programa; y en todo caso, nuestra crítica debe hacerse fuerte por el hecho de que miles de argentinos conocen a los candidatos sólo a través del programa de Tinelli; y peor aún, que muchos accedan al debate político únicamente a través de dicho segmento televisivo.

Habrá que preguntarse entonces, si lo grave es que Gran Cuñado sea un suceso mediático-político o que no tengamos participación en el debate político por otros medios.

No parece grave el hecho de que un programa televisivo sea masivamente consumido siempre y cuando nuestra sociedad comprenda que es sólo una propuesta mediática que refleja y usa el debate político de turno con fines de show humorístico.

Sí será alarmante (y de hecho lo es) que masivos sectores sociales se enteren de dicha discusión política por poner en sus televisores las imágenes de Gran Cuñado.

Ahí deberán sonar nuestros sistemas de vigilancia ciudadana: cuando el circo televisivo se convierte en realidad, los medios pueden hacerle creer a su público que el león doma a su amo y que el mago es desaparecido por una bella dama con sólo hacer vibrar la varita mágica.

¡No maten a Tinelli! Más bien alimenten a esa pobre militancia cívica, esa que llevamos en lo profundo de nuestras almas supuestamente republicanas y democráticas.


2 comentarios:

Fede dijo...

me gusto el articulo, lo puedo publicar en mi blog?

saludos !

Diego Corbalán dijo...

ningún problema!

con sólo citar la fuente, publique lo que crea más conveniente.

En qué sitio lo publicará?

Saludos!