sábado, 23 de mayo de 2009

Pasado, presente y futuro en las legislativas del 28-J


Mucho se dijo, se dice y se dirá de estas elecciones argentinas; más aún cuando se conozcan a los ganadores y a los perdedores de los comicios del 28 de junio.

También será interesante conocer cómo serán las lecturas de los resultados: habrá quienes consideren un triunfo haber ganado solamente en los distritos de mayor peso electoral y habrá quienes contabilicen como victoria la sumatoria de votos a nivel nacional, anotando sufragio por sufragio, sea de donde sea.

Pero, por ahora nos preguntamos, ¿qué ofrece la campaña electoral y qué vota el ciudadano cuando elige una boleta y la introduce en la urna?

El discurso del Acuerdo Social y Cívico refleja un primer aspecto de la oferta electoral. Es, sin duda, la propuesta de un cambio, de un viraje desde lo que consideran la actual política de gobierno corrupta y clientelar hacia la política sana, impoluta, moralmente elevada y éticamente equilibrada.

La propuesta del Acuerdo (confluencia del radicalismo, la Coalición Cívica y el socialismo) apunta a un auténtico voto testimonial, sin aparentes ni masivas “candidaturas testimoniales”, como las que les imputan al oficialismo, y con la convicción de que todavía la política puede volver a ser lo que ellos piensan que fue: es un voto a un pasado mejor. La aparición y posicionamiento interno del hijo de Raúl Alfonsín, Ricardo, y el fortalecimiento del Acuerdo con el fallecimiento del ex presidente da cuenta de esta perspectiva.

Del lado del kichnerismo, en cambio, la oferta hace anclaje especialmente en el presente. Tanto el ex presidente Kirchner como su esposa y presidenta de la Nación remarcan casi a diario la convicción de que el 28 de junio deberán votarlos aquellos que crean en el actual modelo de gobierno de la administración K.

Con verdades, verdades a medias y algunas pícaras mentiras, el oficialismo compone un escenario dramático anclado en un presente de decisiones trascendentales que debe tomar el elector: es jugarse por lo que hay y entonces, que el modelo sirva como plataforma para lo que viene en materia de gobierno.

Finalmente, nos encontramos con la propuestas de Unión-Pro, proyecto encabezado por Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires y que es liderado electoralmente en la Ciudad de Buenos Aires por Gabriela Michetti, con el padrinazgo político del jefe de gobierno del distrito, Mauricio Macri.

El denominado pro-peronismo o peronismo disidente tiene poco para hablar del pasado: sus integrantes supieron militar (como mucho) en algunos de los “ismo” del PJ que surgieron desde el retorno democrático del 83: cafierismo, menemismo, duhaldismo y el kirchnerismo.

Claramente, Unión-Pro no puede apelar a un pasado común, militante y épico de sus integrantes. Menos aún puede apelar a un presente de su espacio: cada uno de sus socios tiene intereses distintos, ambiciones incluso similares y conflictivas y no hay otro recurso discursivo y actitudinal que apelar a un futuro que licue sus diferencias y que entusiasme a su público elector.

En suma, el pro-peronismo de De Narváez, Macri más la anuencia de segundo plano de Felipe Solá mira al horizonte, propone un futuro incierto para ellos y para sus electores pero en definitiva afianza su discurso en lo que vendrá, en aquella gastada apelación positivista de que todo lo que venga será mejor, por el sólo hecho de ser nuevo.

Hasta ahora, el trío que compone el peronismo crítico viene mostrando una propuesta que incorpora las casi eternas necesidades de los argentinos: mejor salud, mejor educación, más ayuda social, etcétera.

Pero la plataforma pro-peronista no dista demasiado de las propuestas de sus contendientes: más bien las diferencias vienen dadas por las distintas estrategia mediáticas de campaña.

Una clave para advertir quién puede alzarse con la victoria en las elecciones legislativas estará dada por el manejo simbólico de lo que representan los desafíos por venir para los argentinos. Aquellos candidatos que convenzan sobre ese futuro posible, distinto o mejor al actual, podrán tener resultado favorable en los comicios.

En esta perspectiva, los postulantes del peronismo disidente parecieran estar mejor parados, pero su estructura partidaria se agota en las Buenos Aires, ciudad y provincia; en ese plano de análisis distrital es donde obtiene ventajas el pan-radicalismo con mayor peso, pero no decisivo, en otros distritos argentino.

Por su parte, el oficialismo K apuesta a la provincia gobernada por Scioli, sumando los votos que queden de las demás provincias, con la ventaja de tener presencia fuerte en regiones del norte y sur del país en donde sus rivales se muestran entre ausentes y débilmente representados.

Si bien, hasta ahora, las encuestas difundidas animadamente por los medios de comunicación argentinos mostraron al peronismo disidente fortalecido y al acecho del kirchnerismo, en los últimos días pareció robustecerse la opción del Acuerdo Cívico y Social, especialmente en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal.

Esto, sumado a la expectativa por lo que pueda ofrecer el oficialismo como compromiso electoral a futuro para los votantes, podría hacer mutar drásticamente el panorama electoral para finales de junio.

En definitiva, y volviendo a nuestro primer punto de análisis, pasado, presente y futuro son tres apelaciones claras de las propuestas de campaña: de cómo pondere cada contendiente esos tres momentos en su discurso saldrá la alquimia electoral de la victoria o de la derrota.

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