Claro, hasta ahora no todos habían tomado debida nota de la realidad argentina.
Entre el capricho sistemático de los K y el festín sedicioso de los muchachos de la gauchocracia (ya dijo en post anteriores que la palabra es de Aliverti, ¿no?) todo llegó a estar al borde del abismo.
Hasta que el propio matrimonio pingüino se dio cuenta de que la única salida para evitar el colapso general del país era fugar hacia la política.
Suerte grande fue esta idea, ya que a la patronal agropecuaria ni loco se le hubiese ocurrido transformar su reclamo tributarista en una pelea de corte político.
Esta voltereta político-democrática del kirchnerismo fue precisamente lo que no hizo en la constitución de mayorías en el Congreso y mientras construyó poder por fuera de las instituciones.
Fue una suerte de empacho de poder que terminó perjudicando el sistema digestivo del espacio K.
Ante el enemigo sojero, todo cambió y ahora vuelven a funcionar estructuras que, mal que mal, dan un halo de democracia al debate entre sectores antagónicos.
Uno de esos lugares de debate es el Congreso.
Bienvenida la corrección de errores!
¡Viste, era la política, nabo!
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